miércoles, 17 de julio de 2013

La ciencia abre una vía para aliviar trastornos del síndrome de Down

Dada la importancia de la siguiente noticia, creemos conveniente exponerla en su literalidad tal y como se puede leer hoy en algunos medios de los más prestigiosos que se dedican a la divulgación de los avances médicos y científicos.

Científicos de Massachusetts inactivan el tercer cromosoma 21 en células madre iPS derivadas de afectados


La aplicación médica más inmediata de las células madre no son los trasplantes, sino el uso de cultivos celulares derivados de los pacientes para estudiar a fondo las claves de su enfermedad y probar millones de nuevas moléculas, o fármacos candidatos, que puedan paliar sus síntomas. La estrategia acaba de apuntarse un éxito deslumbrante en la investigación del síndrome de Down.
Científicos de la Universidad de Massachusetts, en Worcester, han logrado inactivar el tercer cromosoma 21 que causa el síndrome en cultivos de células madre iPS derivados de afectados; y han restaurado con ello las principales funciones celulares alteradas por el Down. No es una cura del síndrome —ni siquiera está claro en qué podría consistir eso—, pero abre caminos radicalmente nuevos a la investigación de sus claves moleculares y de terapias que, como mínimo, puedan aliviar sus síntomas más crueles.
El síndrome de Down es la principal causa genética de discapacidad intelectual en el mundo, y los pacientes sufren graves problemas de salud que, en último término, acaban acortando su vida. Entre estas dolencias se encuentran defectos cardiacos congénitos, deficiencias del sistema hematopoyético —el que genera los linfocitos del sistema inmune y las demás células de la sangre a partir de las células de la médula ósea— y un tipo de alzhéimer de aparición temprana. Sus neuroblastos, o precursores de las neuronas, también parecen proliferar menos de lo normal.

Se han inspirado en la naturaleza para obrar el prodigio
El genoma humano aparece normalmente distribuido en 23 pares de cromosomas (en cada par, uno viene de la madre y otro del padre). En uno de cada 300 nacimientos se da una trisomía, o sustitución de uno de los pares por un trío de cromosomas. Y alrededor de la mitad de estos casos son trisomías del cromosoma 21, que causan el síndrome de Down. El cromosoma 21 es el más pequeño, y contiene 350 de los 20.000 genes que componen el genoma humano.
Eso convierte el Down en un problema genético de una índole muy especial. La inmensa mayoría de las más de 5.000 afecciones hereditarias están causadas por la mutación de un solo gen, y a su corrección van destinadas todas las estrategias terapéuticas que se están investigando desde hace 20 años. La adición de un cromosoma entero que subyace al Down requiere obviamente otro tipo de ataque, y esto es lo que consigue el último trabajo, que se presenta hoy en el artículo principal de la revista Nature.


Fuentes: Nature y elaboración propia. / HEBER LONGÁS
Jeanne Lawrence y 17 colegas de Massachusetts, California y Vancouver (Canadá) han ideado y desarrollado una innovación radical para atacar el problema: un método no ya para corregir un gen defectuoso, sino para inactivar un cromosoma entero: el cromosoma 21 supernumerario que causa el síndrome de Down. Y, como es tradicional en la ingeniería, se han inspirado en la naturaleza para obrar su prodigio.
Es la principal causa genética de discapacidad intelectual

Mitchell Weiss, investigador de células madre en el Hospital de Niños de Philadelphia en Pennsylvania, cree que el enfoque podría producir tratamientos nuevos para el síndrome de Down - y ser de utilidad para el estudio de otras enfermedades cromosómicas como el síndrome de Patau, un trastorno del desarrollo causado por una tercera copia del cromosoma 13. 

El lector aplicado recordará que las mujeres tienen dos cromosomas X (abreviado XX), mientras que los hombres son XY. El Y es un fósil evolutivo de un antiguo cromosoma X que ahora lleva los determinantes de la masculinidad y, bueno, poca cosa más. Pero el X, que compartimos ambos sexos, es un gran cromosoma que contiene 2.000 genes vitales para hombres y mujeres por igual. ¿Es que entonces los hombres funcionan con la mitad de dosis que las mujeres de esos 2.000 genes, un 10% del genoma humano? No: lo que ocurre es que las mujeres inactivan (silencian, en la jerga) uno de sus dos cromosomas X, lo que iguala sus células a las de los hombres en esas cuestiones importantes que no tienen que ver con el sexo. Lawrence concibió la idea de importar ese sistema que inactiva un cromosoma X entero en las mujeres y engañarlo para que silencie otro cromosoma por completo distinto, el tercer cromosoma 21 que causa el síndrome de Down.
El sistema natural se basa en un gen llamado Xist que reside en el cromosoma X. Es un gen muy singular, que no fabrica una proteína como la inmensa mayoría de los genes, sino que se queda en el paso anterior: la síntesis de una molécula de ARN, similar al ADN que constituye los genes.
Los investigadores de Massachusetts han utilizado el estado del arte de la ingeniería genética para insertar el gen Xist en un lugar óptimo de uno de los (tres) cromosomas 21 que contienen las células madre iPS derivadas de personas con síndrome de Down. Y han demostrado que esa intervención silencia por completo y de forma estable ese tercer cromosoma que causa el síndrome.
Más importante aún, Lawrence y sus colegas demuestran que la inactivación del tercer cromosoma 21 revierte algunas de las disfunciones celulares asociadas al Down, incluido el déficit de proliferación de los precursores de las neuronas.
Los cultivos de los científicos de Massachusetts servirán de inmediato para investigar con una profundidad sin precedentes los fundamentos moleculares del Down. También para probar sobre ellos millones de moléculas que nadie se atrevería a usar sobre un ser humano. Más lejos en el futuro, solo la imaginación puede abrirse camino.

miércoles, 3 de julio de 2013

¿Por qué a los adolescentes les cuesta concentrarse?

PSICOLOGÍA. El Cronista.- El cerebro no estaría completamente desarrollado hasta finales de los 20, e incluso, hasta inicios de la década de los 30 años, mucho después de lo que hasta ahora se había creído. El hecho de que los adolescentes y los adultos jóvenes no se concentren tan bien como se espera no es culpa de ellos, sino consecuencia del propio desarrollo del cerebro.

El cerebro de los adolescentes se parece más al cerebro de los niños pequeños que al de los adultos maduros, tiene mayor cantidad de materia gris, pero una eficiencia que sigue siendo más baja que la del cerebro del adulto.

La llamada “materia gris”, que forma la corteza cerebral y que a su vez está formada por células y conexiones que permiten la transmisión de mensajes dentro del cerebro, va decreciendo a medida que envejecemos. Esta pérdida, sin embargo, significa que las transmisiones neuronales se vuelven más eficientes o que el cerebro trabaja de forma más efectiva en la edad adulta.

Desarrollo tardío

Según un estudio realizado por científicos del Institute of Cognitive Neuroscience del University College London (UCL), del Reino Unido, en el que participaron un total de 179 adolescentes y jóvenes adultos a los que se les pidió que realizaran una tarea: repasar el alfabeto, bien mentalmente bien con letras aparecidas en una pantalla de ordenador, se produce un desarrollo del cerebro más tardío del que se creía.

Al mismo tiempo que hacían esto, a los participantes se les pidió que fueran clasificando cada letra según su forma, contestando a una pregunta muy simple: ¿La letra (que estás imaginando o viendo) presenta una curva o no?

Por último, a los chicos también se les pidió que ignoraran aquellas letras que no tenían curvas y que, por tanto, fueron utilizadas como medio de distracción.

Con esta ardua tarea, los científicos intentaron probar hasta qué punto los jóvenes presentaban la capacidad de alternar entre la concentración en sus propios pensamientos y las letras de la pantalla, así como la habilidad de ignorar las letras de distracción que aparecían en la pantalla (las que carecían de curva).

Se sabe que estas dos capacidades (alternancia de concentración y habilidad para no distraerse) se desarrollan durante la adolescencia.

Por otra parte, los científicos Sarah-Jayne Blakemore y sus colaboradores, utilizaron escáneres de imagen por resonancia magnética (IRM), una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro, con el fin de analizar la actividad cerebral de 37 de los participantes en el estudio.

Los registros, que se hicieron al mismo tiempo que se desarrollaban las tareas con el alfabeto, demostraron que ciertas partes de la llamada corteza prefrontal de los jóvenes cambiaron en lo que se refiere a actividad y estructura durante dichas tareas. La corteza prefrontal está situada en la parte anterior de los lóbulos frontales del cerebro.

Se sabe que está implicada en la planificación de comportamientos cognitivos complejos, en la expresión de la personalidad, en la toma de decisiones y en el comportamiento social moderado.

Además, se cree que esta región del cerebro orquesta la relación entre pensamientos y acciones, y está implicada en la capacidad de hacer varias cosas a la vez.

Las imágenes del cerebro de los 37 adolescentes seleccionados, tomadas con MRI, revelaron una actividad sorprendentemente alta en esta región cerebral, lo que sugiere que sus cerebros tuvieron que trabajar mucho para poder procesar la información que se les presentaba.

El cerebro continúa madurando 

Este mismo grado de actividad había sido detectado previamente en la corteza prefrontal de cerebros de niños pequeños, pero los científicos no esperaban que el cerebro tuviera que seguir haciendo tanto esfuerzo a edades muy posteriores.

Estos resultados indican que los cerebros de los adolescentes trabajan de manera menos eficiente que los de los adultos. Esto se debería a que la parte del cerebro necesaria para resolver ciertos problemas o tareas se encuentra aún en desarrollo a estas edades. En otras palabras, la enorme actividad en el área de la corteza prefrontal supone que los cerebros de los jóvenes hacen una gran cantidad de trabajo innecesario, siguiendo “patrones de pensamiento caóticos.

A los adolescentes no les resulta siempre fácil prestar atención en clase y evitar que sus mentes divaguen o ignorar las distracciones de sus hermanos pequeños cuando están intentando resolver un problema de matemáticas, simplemente, porque las partes del cerebro implicadas en controlar nuestra forma de alternar la atención entre nuestros pensamientos y nuestro entorno, así como la velocidad a la que ejercemos dicho control, continúan madurando durante la adolescencia